O los obligan a existencia no natural.
Los delfines silvestres no “caminan” en el agua o saltan a través de aros o saludan con la cabeza varas de entrenamiento. Son comportamientos artificiales y forzados.
Numerosos delfines asociados con escuelas de atunes son capturados en las redes junto con estos peces. Los delfines incapaces de comprender su peligro fallan en saltar la red y frecuentemente quedan enganchados en los hilos de la malla y son ahogados, o matados sobre el bote con el atún. Otros son cazados comercialmente, para uso artesanal o utilizados como carnadas por los pescadores. Algunos delfines son capturados vivos para ser exhibidos en diferentes oceanarios.
Hasta hace algunas décadas, estos cetáceos fueron fuertemente perseguidos y explotados económicamente, en Chile hubo no sólo una, sino varias industrias balleneras, destacándose Iquique, Talcahuano y Punta Arenas.
Sin embargo, por los bajos niveles de consumo interno, otros países cercanos no influyeron en la fuerte declinación de las poblaciones de grandes cetáceos tanto de dientes (Odontocetos) como el cachalote (Phyceter macrocephalus), como de barbas o ballenas (Mistacocetos) como las ballenas: franca jorobada (Megaptera novaeangliae) y de aleta azul (Balaenoptera musculus).
Se dice que los cetáceos son los mamíferos mejores adaptados para la vida acuática que se conocen, más aún son los únicos mamíferos esencial y exclusivamente acuáticos, hasta tal extremo, que no salen a tierra jamás, como no sea accidentalmente y contra su voluntad y entonces, si no pueden volver enseguida al agua, no tardan en morir, porque su peso les oprime el tórax impidiendoles respirar.
Una triste historia
En la primavera de 2003 el empresario canadiense Chris Porter llegó a las Islas Salomón en el Océano Pacífico, al norte de Australia y ofreció una jugosa recompensa por cada delfín vivo capturado. Su estratagema dio resultado y los pescadores respondieron entusiasmados por lo que se hizo de cerca de 100 delfines de los cuales varios murieron en el trayecto a América y, de éstos, más de 30 llegaron a Cancún para utilizarlos en programas de natación con turistas o en espectáculos en acuarios.
Ambas actividades son sumamente lamentables, tristes y dolorosas para esta especie a la que se le niega una existencia natural con comportamientos artificiales y forzados, realizados de memoria y por manipulación alimentaria.
El mensaje implícito dado a cada niño llevado a espacios autorizados para mantener delfines cautivos es que está bien alejar a esas criaturas de sus familias para nuestra diversión y que su libertad y felicidad son secundarias a nuestro entretenimiento.