PROYECTO PLANETA
MARCO ÉTICO PARA LA SUSTENTABILIDAD
Principios y Valores para el Desarrollo Humano.
Rosy Cuadras – Abril 2021
Los problemas ambientales más importantes que enfrenta la comunidad mundial –incluyendo el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la desertificación, el agua y la seguridad alimenticia– presentan retos y oportunidades extraordinarias y ampliamente reconocidas en el campo económico, político y tecnológico. Sin embargo, existen dimensiones éticas para estos problemas que son generalmente menos reconocidas.
La ética en este contexto se refiere a las responsabilidades de los gobiernos y otros actores para considerar las consecuencias de sus acciones y el daño potencial a las personas, especies y ecosistemas, al sistema de la Tierra y a las futuras generaciones.
También se entiende ampliamente que la transición hacia el desarrollo sustentable requiere de cambios básicos en las actitudes, los valores y el comportamiento de las personas, las comunidades, las organizaciones y las naciones para poder alcanzar equidad social, económica y ecológica, así como seguridad en el contexto de recursos limitados.
Tales cambios requieren de un compromiso a largo plazo en la educación para el desarrollo sustentable. Por tanto, los marcos éticos suministran material que puede brindar información para los programas educativos, acerca de las dimensiones éticas para el desarrollo sustentable y de cómo normas y principios compartidos pueden ayudar a dirigir las decisiones hacia buenos resultados y frecuentemente resolver complejas compensaciones entre valores e intereses en competencia.
El reconocimiento de las dimensiones éticas y el uso de textos éticos apropiados, pueden ayudar significativamente a promover e implementar el desarrollo sustentable, tal es el caso de la Carta de la Tierra, que ofrece un muy necesario marco ético integrado para guiar las decisiones y la transición hacia un futuro sustentable, como lo reconoce el propio Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
La Carta es el resultado de una consulta a nivel mundial iniciada durante el proceso hacia la Cumbre de la Tierra en 1992. Es una declaración de principios éticos fundamentales para la construcción de un futuro justo y sustentable y reúne, entre otras fuentes, los resultados clave de varias de las Cumbres de Naciones Unidas celebradas en los 90s.
La Carta de la Tierra reconoce que las metas de protección ecológica, la erradicación de la pobreza, desarrollo económico equitativo y el respeto a los derechos humanos, la democracia y la paz son interdependientes y requieren de un abordaje sistémico.
La Carta de la Tierra ha sido reconocida ampliamente y está siendo implementada por gran diversidad de organizaciones gubernamentales, de la sociedad civil y de la empresa privada en todo el mundo. Por ejemplo, en el 2004, la Conferencia General de la UNESCO adoptó una resolución reconociendo la Carta de la Tierra como un marco ético importante para el desarrollo sustentable y reafirmó su intención de utilizarla como instrumento educativo en la Década de Educación para el Desarrollo Sostenible (DEDS) de Naciones Unidas, aprobada por la Asamblea General de las Naciones en su resolución 59/237.
Como parte de esta resolución, los gobiernos fueron invitados a considerar la inclusión de medidas para implementar la Década en sus estrategias educativas y planes para la acción respectiva. Además, de acuerdo a esta resolución, la meta general de la DEDS es la de integrar los principios inherentes al desarrollo sostenible en todos los aspectos de la educación.
Dentro del histórico camino para la confirmación de la Carta de la Tierra destaca que en 1987, la Comisión Mundial de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y Desarrollo hizo un llamado para la creación de una nueva carta que anuncia los principios fundamentales para alcanzar el desarrollo sustentable en el planeta.
La Carta de la Tierra nació como respuesta a las amenazas que pesan sobre el planeta, y como una forma de pensar articuladamente los muchos problemas ecológico-sociales, con la Tierra como referencia central.
En 1992, durante la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro fue propuesta la adopción de la Carta de la Tierra, pero no fue aceptada. En su lugar se adoptó la Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo. De esta forma, la Agenda 21, el documento más importante de la Cumbre, quedó privado de fundamentación y de una visión integradora.
Insatisfechos, los organizadores, especialmente Maurice Strong, de la ONU, y Mikhail Gorbachev, director de la Cruz Verde Internacional, lanzaron la idea de que se creara un movimiento mundial para formular una Carta de la Tierra que naciese desde abajo hacia arriba. Debería recoger lo que la humanidad deseara y quisiera para su Casa Común, la Tierra.
Después de reuniones previas y muchas discusiones, se formó en 1997 la Comisión de la Carta de la Tierra, para llevar a cabo una consulta mundial y redactar el texto. La iniciativa de la Carta de la Tierra organizó el proceso participativo de consulta más abierto que se haya efectuado jamás, en relación con la redacción de un documento internacional.
Efectivamente, durante dos años, tuvieron lugar reuniones que involucran a 46 países y a más de cien mil personas, hasta que a inicios de marzo de 2000 en el espacio de la UNESCO en París, fue aprobado el texto final de la Carta de la Tierra.
Miles de individuos y cientos de organizaciones provenientes de todas las regiones del mundo, de diferentes culturas y de diversos sectores de la sociedad, participaron en este proceso. El documento representa un tratado de los pueblos, el cual se establece como expresión primordial de las esperanzas y aspiraciones provenientes de la sociedad civil global emergente. Con base en estas contribuciones realizadas al proceso de consulta, el texto fue revisado ampliamente.
La Carta de la Tierra es una declaración de principios fundamentales para la construcción de una sociedad global, en el Siglo XXI, justa, sostenible y pacífica. Busca inspirar en todos los pueblos un nuevo sentido de interdependencia y responsabilidad compartida por el bienestar de la familia humana y del mundo en general.
Una nueva fase de integración de La Carta de la Tierra se inició con su lanzamiento oficial en el Palacio de Paz, en la Haya, Holanda, el 29 de junio del año 2000. La misión de dicha iniciativa buscaba establecer los fundamentos éticos para una sociedad global emergente que contribuye a construir un mundo sustentable basado en los derechos humanos universales, el respeto a la naturaleza, la justicia económica y social y promover una cultura de paz.
A la fecha, la Carta de la Tierra ha sido avalada por más de 1,500 organizaciones a nivel mundial. Se estima que estas organizaciones cuentan con una membresía que excede los 100 millones de personas. Un número creciente de ciudades de diferentes regiones del mundo están empleando La Carta de la Tierra como base para sus planes y políticas y organismos de gobiernos locales como el Consejo internacional de Iniciativas Ambientales Locales (ICLEI), se encuentran promoviendo. De igual forma, los gobiernos que la respaldan están incorporando el texto de La Carta de la Tierra en los materiales didácticos y los programas de estudio de los diversos niveles educativos.
En la Cumbre Mundial de Desarrollo Sustentable, celebrada en Johannesburgo, Sudáfrica, el Gobierno de México anunció, durante su intervención en el pleno, su voluntad de suscribir La Carta de la Tierra.
Durante la Cumbre de Johannesburgo, además de hacerse un llamado a avanzar hacia las Metas del Milenio sobre el agua, la energía, la salud y la sanidad, la agricultura y la biodiversidad, se ofreció un nuevo proceso de implementación estratégica llamado Alianza Tipo II.
Estas alianzas se aprobaron como un mecanismo clave para la realización exitosa del desarrollo sustentable y se reconoció a La Carta de la Tierra como una herramienta educativa importante para promover la clase de valores y principios necesarios para el progreso a largo plazo. La Alianza Tipo II de La Carta de la Tierra, llamada “Educando para un Estilo de Vida Sustentable con la Carta de la Tierra” refleja el apoyo recibido en la Cumbre por parte de los líderes educativos y los gobiernos nacionales y locales. La Alianza está formada por los gobiernos de Costa Rica, Honduras, México y Nigeria, la UNESCO y dieciocho ONG’s que están dedicadas al desarrollo sustentable.
La visión ética inclusiva del documento reconoce que la protección ambiental, los derechos humanos, el desarrollo humano equitativo y la paz, son interdependientes e indivisibles. Ello brinda un nuevo marco en relación con la forma de pensar acerca de estos temas y de cómo abordarlos. El resultado incluye un concepto más amplio sobre qué constituye el desarrollo sustentable.
El objeto del desarrollo sustentable es el desarrollo humano íntegro y la protección ecológica. La Carta de la Tierra reconoce que los problemas ambientales, económicos, sociales, culturales, éticos y espirituales, y las aspiraciones de la humanidad, están interconectados. El desarrollo sostenible requiere de tal enfoque, pues se refiere a la libertad, la justicia, la participación y la paz, así como a la protección del medio ambiente y el bienestar económico.
La Carta de la Tierra es un llamado a la acción y un lineamiento hacia una forma sostenible de vida basada en la cooperación y el cambio. Es, asimismo, un marco de valores para crear políticas y planes para el desarrollo sustentable en todos los ámbitos. Y es, para los países, un instrumento de ley blanda que proporciona una base ética para el establecimiento progresivo de normas jurídicas ambientales y del desarrollo sostenible.
Un factor determinante para lograr la trascendencia de la política ambiental es el desarrollo de una cultura sólida, orientada a valorar y a actuar con un amplio sentido de responsabilidad en la protección y mejoramiento del medio ambiente.
La Carta de la Tierra es, en esencia, una ética global en los tres siguientes aspectos: primero, es un conjunto de principios universales que son amplios en el sentido de que cubren las principales áreas de los valores pertinentes a la existencia humana; segundo, es global en cuanto a que tiene aceptación hoy en día entre una gran cantidad de personas de todo el mundo, y tercero, es global también en cuanto a que fue creada como resultado de un extenso proceso de consulta a nivel mundial.
Ante ello es importante el impulso de una estrategia para divulgar e internalizar los principios y valores contenidos en la Carta de la Tierra y con ello brindar educación y entrenamiento a los líderes locales y comunidades referente a los principios fundamentales para el desarrollo sostenible y la manera de incorporar estos principios en los procesos de toma de decisiones.
Asimismo, es importante cumplir con el objetivo de dar a conocer la Carta de la Tierra, como una declaración de principios fundamentales para construcción de una sociedad global en el presente siglo, justa, sostenible y pacífica, a través de la construcción de un marco ético para la sustentabilidad.
“La elección es nuestra: Formar una sociedad global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de nosotros mismos y de la diversidad de la vida. Se necesitan cambios fundamentales en nuestros valores, instituciones y formas de vida. Debemos darnos cuenta de que, una vez satisfechas las necesidades básicas, el desarrollo humano se refiere primordialmente a ser más, no a tener más. Poseemos el conocimiento y la tecnología necesarios para proveer a todos y para reducir nuestros impactos sobre el medio ambiente. El surgimiento de una sociedad civil global está creando nuevas oportunidades para construir un mundo democrático y humanitario. Nuestros retos ambientales, económicos, políticos, sociales y espirituales están interrelacionados y, juntos, podemos proponer y concretar soluciones comprensivas”.
La riqueza y la diversidad de estas experiencias demuestran que la Carta de la Tierra logra acercamientos integrales que pueden ayudar a clarificar la visión de un mundo más justo, sostenible y pacífico. Al mismo tiempo esta visión se hace más extensa. También demuestran que no hay sólo “el camino correcto,” sino distintos métodos para promover los valores en prácticas educativas de acuerdo con el contexto, la creatividad y el nivel de compromiso de los involucrados.
Información compilada por:
C. Rosa Imelda Cuadras Bojórquez
Promotora Nacional de la Carta de la Tierra
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