Para todas las especies naturales, vegetales y animales, vivir constituye un peligro cotidiano.

A través de la historia de la evolución, millones de especies han desaparecido debido a procesos naturales; sin embargo, en los últimos 300 años los humanos han multiplicado la tasa de extinción por mil.

Para todas las especies naturales, vegetales y animales, vivir constituye un peligro cotidiano, deben cuidarse de sus congéneres, especialmente del más poderoso depredador que existe sobre la Tierra: el hombre.

Toda la basura lanzada por el hombre causa en los animales dolor, sufrimiento y la muerte de un millón de animales al año (unas 700.000 aves marinas, 30.000 focas y cientos de tortugas).
Según la global Marine Litter information Gateway, una iniciativa del programa ecológico de la ONU, sólo entre las costas de Japón y EEUU flota una alfombra de unas tres millones de toneladas, una superficie similar al centro de Europa. Se trata de materiales que tardan miles de años en degradarse. Actualmente, hay seis veces más plástico que plancton en el Pacifico. El material más problemático es el plástico. El uso de materiales sintéticos ha crecido enormemente en los últimos 30 años.

En el mundo se pierden cientos de miles de especies, muchas de ellas aún antes de ser descubiertas por la ciencia. De ese modo, no sólo se pierde la variabilidad biológica, sino además la diversidad genética, fuentes de sustentos para las generaciones futuras.
Una especie en peligro de extinción es una especie que puede extinguirse en un futuro próximo. Los desastres ecológicos, la deforestación y otras consecuencias de la acción humana provocan daños en la cadena trófica.

En el mundo actual la extinción de especies animales no está tan directamente relacionada con la escasez de alimentos o la contaminación, como con acciones violentas directas (la caza no reglamentada y el comercio ilegal de especies salvajes) o indirectas (la introducción de especies exóticas, en determinados ambientes, que compiten por uno o más recursos con individuos nativos o ya adaptados al lugar).

Según los conservacionistas, la depredación de la fauna ha crecido vertiginosamente y se estima actualmente que una especie desaparece cada 15 minutos. Para la naturaleza, lo peor que le puede suceder, es la extinción de las especies, ya que con eso se pone en peligro el equilibrio necesario en todo ecosistema.

En esta cadena natural, cada especie necesita de la otra para sobrevivir. La acelerada destrucción del hábitat es pretexto de un desarrollo sin parámetros de sustentabilidad, condena a la extinción a una biodiversidad en cuyas potencialidades se basa la vida del futuro.
Y aunque esta actitud represente a simple vista una postura antropocéntrica, el hombre en su afán de búsqueda de nuevas alternativas, no puede apartarse de esa visión, pues de lo contrario la misma existencia no tendría razón de ser. Introduciendo estos conceptos a la filosofía de la comunicación, consideramos de vital importancia contribuir a la protección de los recursos naturales, difundiendo las potencialidades de la riqueza fáustica.

El de la fauna mueve alrededor de 10.000 millones de dólares anuales y la flora, está superando los 7.000 millones. A estas cifras habría que sumarle el tráfico clandestino…

Cada año se consumen en el mundo entre 600 y 900 toneladas de marfil, que se obtienen de unos 150.000 colmillos de elefantes adultos. En 1990, el comercio de marfil se prohibió internacionalmente.

Según el CITES, el tratado mundial que regula el comercio de especies protege a las que están en peligro de extinción, la población de elefantes africanos se redujo de 1,3 millones de ejemplares a poco más de 600.000 durante la década de los ochentas. Otra década similar bastaría para provocar la extinción de la especie. Pero no es este el único caso.

Según los datos de las organizaciones TRAFFIC y WWF, cada año se comercia ilegalmente con primates, aves, pieles de reptil y de mamíferos, orquídeas, cactus y peces exóticos. Su destino son Estados Unidos, Europa, Japón y parte del sudeste asiático. Y los usos que se les dan son tan variados como la peletería de lujo (una piel de pantera siberiana alcanza los 100.000 dólares en el mercado negro), ornamentos, productos pretendidamente afrodisíacos y, en algunos casos, animales de compañía o plantas para jardines. A causa de este comercio ilegal, unas 700 especies se encuentran al borde de la extinción. Pero, además, otras 2.300 especies animales y 24.000 vegetales están amenazadas.

El tráfico de la flora y la fauna se ha convertido en uno de los emprendimientos económicos más redituables y figura en el mundo en tercer lugar luego del de armas y de las drogas.

LAS DIEZ ESPECIES MÁS AMENAZADAS

Algunas de las especies podrían desaparecer en las primeras décadas del siglo XXI. Su uso comercial está totalmente prohibido.
– Tigre de Siberia: cazado por su piel. Quedan unos 200 ejemplares.
Nutria Gigante: capturado por su piel. Ha desaparecido en Uruguay y quedan pocos centenares en Argentina.
– Cocodrilo del Nilo: perseguido por su piel.
– Águila Imperial Ibérica: quedan unas 150 parejas en libertad.
– Tortuga Marina: perseguida por coleccionistas y ofrecida como curiosidad en restaurantes de lujos.
– Gorila de Montaña: destinado a zoológicos, coleccionistas e institutos de antropología. Quedan unos 600 ejemplares en las montañas húmedas del continente africano.
– Guacamayo Escarlata: importados por grandes cantidades por los Estados Unidos.
– Rinoceronte Negro Africano: quedan unos 2.000 ejemplares. En los años setenta su población alcanzaba los 65.000.
– Panda Gigante: utilizados en zoológicos y apetecidos por su piel. Quedan unos mil ejemplares en todo el mundo.
– Lobo Marsupial: podría haber desaparecido ya. El último ejemplar fue avistado en la década de los ochenta.
– Ballena.